No se puede sacrificar el monte.

Vivimos momentos de convulsión urbanística. Se está popularizando la idea de que hay que construir vivienda como sea. Pero en esa especie de barra libre de las ideas, lo cierto es que hay algunas que es difícil dejar pasar.

El arquitecto Sr. Peñalba acaba de disertar, a toda página en el Diario Vasco, sobre los planes urbanísticos del ayuntamiento donostiarra para Altza desde 1962. Sin entrar a opinar sobre aquellos planes de la década de los 70 que él ensalza y que no se ejecutaron, sí vamos a invitar al arquitecto Peñalba a observar las consecuencias de los que sí se construyeron en Altza. Le invitamos a conocer Larratxo, donde las torres de 15 pisos se construyeron en una constante infracción urbanística (según el plan tenían que tener la mitad de altura). Sólo en el polígono 13.2 (gemelo del 13.1 que el menciona), los volúmenes ilegalmente edificados alcanzaron los 140.000 m3, unos 50.000 m², es decir, más de 500 viviendas. Puede usted también pasearse por Herrera, a ver si es capaz de encontrar un solo m² de suelo verde, o por Roteta, donde la densidad edificatoria alcanza las 178 viviendas por hectárea. En definitiva, no lo sabrá usted pero está hablando de una comunidad que tiene el ratio de espacios libres más bajo de la ciudad, por su salvaje ocupación edificatoria y por su intrincada orografía, 1,78 m² por habitante, y que históricamente ha tenido que recuperarse del brutal proceso de especulación que se vivió en la década de los 70-80.

Todos estos datos se basan en estudios de arquitectos y otros técnicos cuyo detalle puedes encontrar en esta misma página web. Por cierto, en su día estos estudios e informes llevaron al alcalde Labayen y a la corporación a desclasificar el parque de Harria y dejar de construir las 8 torres de 15 pisos que estaban previstas en el famoso Plan General de 1962.

Así las cosas causa estupor que sea un arquitecto quien defienda construir hasta 5.000 viviendas en el monte. Hay que hacer un inciso sobre esa cantidad, porque el único documento de Avance que se conoce hasta el momento habla de 3.200. El único que defiende públicamente una cantidad de ese calibre, cuantas más mejor, es  el concejal de urbanismo en tiempos de Odón, Jorge Letamendía.

No entendemos que se defienda la ocupación insostenible de unos suelos naturales, un refugio climático, cuyos valores y falta de vocación para ser urbanizados está siendo defendida, no sólo por el vecindario y asociaciones altzatarras, sino  incluso por el Órgano Ambiental del Gobierno Vasco, en documento de alcance al Avance (también en la página web). Además, la ocupación masiva de suelos para la ubicación de la vivienda de las capas de menor poder adquisitivo de manera concentrada responde a un modelo de hace más de 30 años, incompatible con la cohesión social que predica del urbanismo toda la legislación, y que no se puede repetir.

No podemos entender que un arquitecto ensalce el modelo de ciudad jerarquizada y desequilibrada socialmente, en unos espacios naturales totalmente al margen de la trama urbana y todo con la justificación de la crisis habitacional, que hace que cualquier cosa valga.

Si hablamos de vivienda, en esta ciudad hay que analizar por qué estamos en esta situación, con un parque de 95.000 viviendas de las que un 3,81 % son protegidas y un 96 % de venta libre. Tenemos que decir alto y claro qué había que haber hecho para evitarlo, así como los instrumentos legales de los que disponemos. Por qué no se ha sido durante las últimas 3 décadas estricto con la aplicación de la obligación de edificar en todas las promociones vivienda protegida, por qué no se ha recibido la cesión del 15 % en vivienda y se ha sustituido en dinero para desviar a otras inversiones, por qué se ha actuado, en definitiva, como si la vivienda protegida fuera el enemigo, con cicatería y por la vía de la eterna excepción a la regla de dotar a la ciudad de un parque de vivienda protegida digno. Y, sobre todo, por qué se sigue conformándose con el mínimo porcentaje cuando se podría ser más ambicioso, por ejemplo, en las reclasificaciones de suelos industriales. No es lícito querer hacer ahora de golpe lo que no se ha hecho en los últimos 30 años.

Ante la situación de necesidad de vivienda asequible la solución no puede ser construir en el monte. Qué será lo siguiente, ¿las faldas de Igeldo, de Ulia, el parque de Ametzagaina, o, puestos, los jardines del Miramar? ¿Dónde está el límite?

Ya sabemos que el precio de la vivienda en Donostia no va a bajar porque se construya más. Lo único que se conseguiría construyendo en Auditz-Akular sería hacer un ghetto. El urbanismo ha buscado siempre ser algo más que el acto de construir. Es la disciplina de hacer ciudad, o eso creíamos que se enseñaba en la escuela de arquitectura.

El tiempo no va a perdonar a las propuestas insostenibles, desequilibradas e intolerables.

Hacer urbanismo, hacer ciudad, a estas alturas, es gestionarla bien, gestionarla mejor, no construir en cualesquiera que sean las condiciones. Eso solo beneficia al sector inmobiliario, y para construir lo más posible en las campas de Auditz-Akular, no necesitamos esas alforjas. Para eso no necesitamos arquitectos para el Plan General, nos basta con el pocero de turno.

Altza, julio 2025

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